sábado, 27 de septiembre de 2008

Leyendas de Guatemala

El Perro y Kakasbal
Un hombre era tan pobre que siempre estaba de mal humor y así no perdía la ocasión de maltratar a un infeliz perro que tenía.
Kakasbal [espíritu del mal], que está en todo, vio que podía sacar partido de la inquina que seguramente el perro sentía contra su amo y así se le apareció y le dijo:
Ven acá y dime qué te pasa, pues te veo triste.
Cómo no he de estarlo si mi amo me pega cada vez que quiere respondió el perro.
Yo sé que es de malos sentimientos. ¿Por qué no lo abandonas?
Es mi amo y debo serle fiel.
Yo podría ayudarte a escapar.
Por nada le dejaré.
Nunca agradecerá tu fidelidad.
No importa, le seré fiel.
Pero tanto insistió Kakasbal que el perro, por quitárselo de encima, le dijo:
Creo que me has convencido dime, ¿qué debo hacer?
Entrégame tu alma.
¿Y qué me darás a cambio?
Lo que quieras.
Dame un hueso por cada pelo de mi cuerpo.
Acepto.
Cuenta, pues...
Y Kakasbal se puso a contar los pelos del perro pero cuando sus dedos llegaban a la cola, éste se acordó de la fidelidad que debía a su amo y pegó un salto y la cuenta se perdió.
¿Por qué te mueves? le preguntó Kakasbal.
No puedo con las pulgas que me comen día y noche. Vuelve a empezar.
Cien veces Kakasbal empezó la cuenta y cien veces tuvo que interrumpirla porque el perro saltaba. Al fin Kakasbal dijo:
No cuento más. Me has engañado pero me has dado una lección. Ahora sé que es más fácil comprar el alma de un hombre que el alma de un perro.



El Hombre Que Vendió Su Alma


Cierta vez un hombre bueno pero infeliz decidió salir de apuros vendiendo su alma al diablo.
Invocó a Kizín y cuando los tuvo delante le dijo lo que quería. A Kizín le agradó la idea de llevarse el alma de un hombre bueno.
A cambio de su alma el hombre pidió siete cosas una para cada día. Para el primer día quiso dinero y en seguida se vio con los bolsillos llenos de oro. Para el segundo quiso salud y la tuvo perfecta. Para el tercero quiso comida y comió hasta reventar. Para el cuarto quiso mujeres y lo rodearon las más hermosas. Para el quinto quiso poder y vivió como un cacique. Para el sexto quiso viajar y, en un abrir y cerrar de ojos, estuvo en mil lugares.
Kizín le dijo entonces:
Ahora ¿qué quieres? Piensa en que es el último día.
Ahora sólo quiero satisfacer un capricho.
Dímelo y te lo concederé.
Quiero que laves estos frijolitos negros que tengo, hasta que se vuelvan blancos.
Eso es fácil dijo Kizín.
Y se puso a lavarlos, pero como no se blanqueaban, pensó: "Este hombre me ha engañado y perdí un alma. Para que esto no me vuelva a suceder, de hoy en adelante habrá frijoles negros, blancos, amarillos y rojos".



Las Leyendas del origen del lago de Atitlan Pais del Agua





Unidos los dos términos, uno se sustantiva y el otro se adjetiva en Atit Alá, pero ya en la interpretación que le dieron los primeros castellanos, en el siglo XVI se convirtió en Atitlán, suprimieron la vocal después de la consonante T y le agregaron una N al final Atitlán.
Los orígenes del Lago de Atitlán son de hace mucho tiempo cuando los cakchiqueles dieron muerte a saetazos a Tolgom: se marcharon más allá del lugar de Qakbatzulú y arrojaron a la laguna los pedazos de Tolgom. Desde entonces es famosa la punta del cerro del lanzamiento de Tolgom. Enseguida dijeron: Vamos adentro de la laguna. Pasaron ordenadamente y sintieron todos mucho miedo cuando se agitó la superficie del agua.
De allá se dirigieron a los lugares llamados Panpatí y Payán Chocol, practicando sus artes de hechicería. Allí encontraron nueve zapotes en el lugar de Chitulul. A continuación comenzaron a cruzar el lago todos los guerreros yendo por último Gagavitz y su hermana llamada Chetehauh. Hicieron alto y construyeron sus casas en la punta llamada actualmente Qabouil Abah. Enseguida se marchó Gagavitz; fue realmente terrible cuando lo vieron arrojarse al agua y convertirse en la serpiente emplumada. Al instante se obscurecieron las aguas, luego se levantó un viento norte y se formó un remolino en el agua que acabó de agitar la superficie del lago.
Los poblados mencionados han de haber estado en la parte noroeste del lago, mientras que lo siguiente pudo haber sucedido cercano al actual Santiago Atitlán: Allí deseaban quedarse las siete tribus, querían ver la ruina del poder de los zutujiles. Cuando aquellos bajaron a la orilla del agua y se detuvieron allí, les dijeron a los descendientes de los Atziquinahay: Acaba de agitarse la superficie de nuestra laguna, nuestro mar ¡oh hermano nuestro! Que sea para ti la mitad del lago y para ti una parte de sus frutos, los patos, los cangrejos, los pescados, les dijeron. Y después de consultar entre sí, contestaron: Está bien, hermano. La mitad de la laguna es tuya, tuya será la mitad de los frutos, los patos, cangrejos y pescados, la mitad de las espadañas y las cañas verdes. Y así también juntará la gente todo lo que mate entre las espadañas.
Así respondió el Atziquinahay. De esta manera fue hecha la división del lago, según contaban nuestros abuelos. Y así fue también como nuestros hermanos y parientes se quedaron con los zutujiles.Pero nosotros no aceptamos la invitación para quedarnos. Nuestros primeros padres y abuelos, Gagavitz y Zactecauh se fueron y pasaron adelante entre las tinieblas de la noche. Cuando hicieron todo esto no había brillado la aurora todavía, según contaban, pero poco después les alumbró. Luego llegaron al lugar de Pulchich, de donde partieron en grupos.


La Leyenda Del Jilguerillo
Cuenta la leyenda que hace cientos de años una tribu indígena se estableció en la zona Atlántica de nuestras tierras.Entre ellos había un guerrero muy cruel llamado Batsu. Un buen día Batsu decidió buscar esposa y escogió a Jilgue, una hermosa joven que acostumbraba pasear por el bosque cantando como un pajarillo. Cuando Jilgue se enteró de las intenciones de Batsu huyó a esconderse en el bosque.
Batsu estalló en cólera cuando supo que la joven había desaparecido y mandó a sus guerreros a buscarla. Al poco andar escucharon el canto de Jilgue. Pero cada vez que se acercaban al sitio de dónde venía el canto, Jilgue había desapareció. Entonces Batsu mandó a quemar el bosque. Cuando las llamas comenzaban a levantarse le gritó a Jilgue que si salía podía salvarse.Ella le respondió que prefería la muerte. El fuego se hacía cada vez más fuerte. De pronto vieron como Jilgue cayó al cuelo u agonizó. Pero un pajarillo color ceniza, con el pico y las patas rojas, comenzó a cantar sobre sus cabezas. No era el canto de un pájaro, era la voz de Jilgue, que desde entonces se sigue escuchando en el canto de los jilgueros que hoy pueblan los bosques de nuestras tierras.



Leyeneda de la SeguaHay varias leyendas de la Segua. Una de ellas cuenta que es una joven muy linda, que persigue a los hombres mujeriegos para castigarlos.Se aparece de pronto en el camino pidiendo que el jinete la lleve en su caballo, pues va para el pueblo más cercano. Y dicen que ningún hombre se resiste a su ruego. Hay quienes le ofrecen la delantera de la montura y otros la llevan a la polca. Para ella es lo mismo. Pero a medio camino, si va adelante vuelve la cabeza y si va atrás hace que el jinete la vuelva. Entonces aquella hermosa mujer ya no es ella.
Su cara es como la calavera de un caballo, sus ojos echan fuego y enseña unos dientes muy grandes, al mismo tiempo que se sujeta como un fierro al jinete. Y el caballo, como si se diera cuenta de lo que lleva encima, arranca a correr como loco, sin que nada lo pueda detener.
Otras leyendas cuentan que las Seguas son varias. Y no faltan ancianos que aseguren que cuando ellos eran jóvenes atraparon a una Segua. Pero que una vez atrapada y echa prisionera se les murió de vergüenza. Y que al día siguiente no encontraron el cadáver, sino solamente un montón de hojas de guarumo, mechas de cabuya y cáscaras de plátano.

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